La Semana Cultural de Villanueva del Rey fue el marco de un nuevo acto organizado por Rosablanca, como en años anteriores. En este caso estuvo dedicado a la figura de Federico García Lorca, que supera su propia grandeza: la de su muerte, la humana y la cultural.
Cualquiera de estas tres miradas sobre Lorca son siempre profundas pero parciales. El permanente recuerdo de su asesinato y desconocido lugar donde esta enterrado; su destacada personalidad en el mundo cultural de la época y la importancia de su propia obra no dan ocasión de efectuar un viaje abierto de lo que Lorca ha representado desde su nacimiento hasta su muerte y la España que, de haber sobrevivido, hubiese contribuido a crear en lo social y lo literario, porque nunca se podría olvidar su influencia en la cultura, su impulso en el caminar político de España.
¿Si Lorca no hubiese muerto España hubiera sido a distinta? ¿Su obra y su país hubieran evolucionado hacia un escenario imaginable de mayor progreso, libertad y conciencia social?
La España de 2019 no ofrece datos muy alentadores sobre cuánto avanzó el país hacia esos objetivos básicos de libertad e igualdad que se defendían antes del alzamiento militar de 1936 contra el gobierno constitucional. Lorca dejó abiertas las ventanas de la literatura, relatos, teatro, poesía, música, activismo cultural en definitiva para que el paí hubiera seguido esa evolución. Lorca fue y es música, recuperó una parte de nuestro folklore tradicional para impulsar una identidad de país democrático y culto; su persona sigue unida hoy multitud de movimientos e iniciativas culturales
Perdimos su persona, pero no su aliento. Y perdimos mucho más que tiempo.
No hay que esforzarse mucho para adivinar a un Federico García Lorca de hoy, vivo. Por el contrario, es suficiente con defender ese futuro que no fue, recuperar lo perdido y que nada ni nadie pueda impedir un futuro que no es negociable: nuestra vida con Lorca bien vivo.